Enfermedad, infección y exclusión social en España: hechos y deliberación moral




Se celebró el 26 de noviembre de 2013 la Jornada "Enfermedad, infección y exclusión social en España:hechos y deliberación moral", (que recientemente se ha reflejado en un artículo de Carlos Pose, que se puede consultar). En ella se abordó un importante tema para las personas del ámbito sanitario, muy particularmente para las que trabajan en el área de la patología infecciosa.

La realidad que nos encontramos en el presente en España con las restricciones tanto de presupuesto como de asistencia afecta muy particularmente a los pacientes con exclusión social. En Patología Infecciosa estos problemas repercuten de forma muy particular porque además de la dimensión individual de las enfermedades infecciosas, hay con frecuencia terceras personas implicadas y una potencial repercusión social. La relación entre exclusión y enfermedad es algo extensamente estudiado, en Madrid en el año 1995 algunos especialistas del área de salud de la Comunidad de Madrid se aproximaron a este fenómeno, hallaron que superponiendo los mapas de la pobreza, la heroína, el sida y la tuberculosis, había una gran coincidencia territorial: en 10 de los más de 50 distritos de la Comunidad de Madrid se acumulaban la mayor parte de los afectados. Por consiguiente, parece clara la relación entre pobreza, enfermedad y exclusión social.

Es aquí dónde se debe aprovechar para destacar unos puntos clave de la experiencia como trabajadora social en el ámbito de Salud, y concretamente ahora con el colectivo de personas con VIH-SIDA. Se trata de una enfermedad infecciosa que suele traer consecuencias de índole social y que a su vez se ve muy influida por los determinantes sociales.
En el contexto actual, nos encontramos con personas que adquieren la infección y que se encuentran en una situación de exclusión social, además de exclusión sanitaria.  
Dentro del área de salud – según D. Pedro Fuentes – los indicadores que definen la exclusión social son seis: (1) alguien sin cobertura sanitaria; (2) que ha pasado hambre en los 10 últimos años con frecuencia o la está pasando en la actualidad; (3) todos los adultos con minusvalía, enfermedad crónica o problemas graves de salud que les generan limitaciones para las actividades de la vida diaria; (4) hogares con personas dependientes (que necesitan ayuda o cuidados de otras personas para realizar las actividades de la vida diaria y que no la reciben) hogares con enfermos que no han usado los servicios sanitarios en un año; (5) y hogares que han dejado de comprar medicinas, seguir tratamientos o dietas por problemas económicos.
Y según el INE, la exclusión social es un fenómeno intensivo (afecta a un gran abanico de personas), multidimensional y relacional (falta de empleo, falta de recursos, etc.), y estructural y agravado por la crisis (aunque la crisis ha empeorado las cosas, la exclusión social tiene un origen anterior a la crisis).

Hoy en día las políticas de austeridad llevadas a cabo en los países europeos que se han visto sumergidos en la crisis han tenido, por lo tanto, enormes efectos sociales en general y en el ámbito sanitario en particular, dejando, entre otras cosas, a miles de personas sin la posibilidad de acceder a una pruebas diagnósticas de VIH en el sistema sanitario y por tanto, a pacientes de VIH-SIDA fuera del sistema sanitario, aspecto que algunas Comunidades Autónomas ha intentado paliar con una Instrucción (en el caso de Aragón) para estos casos, pero que no abarca la necesidad real completa, ya que la población excluida general no puede acceder a ella para realizarse las pruebas, aspecto especialmente grave cuando hablamos de extranjeros que provienen de países donde la infección tiene unas tasas elevadas.

Por ello, en la práctica diaria de los profesionales sanitarios encontramos a personas, que están excluidas social y sanitariamente, que no pueden acceder a una condiciones dignas de vida ni a una atención sanitaria mínima, es por ello, que nos encontramos cada día importantes  problemas clínicos y sociales que plantean un enorme conflicto y que suelen tornarse en problemas morales en el momento en el que el profesional de la salud no sabe lo que debe hacer, o se pregunta por lo que debe o no debe hacer.

En este punto tengo que destacar la reflexión de D Diego Gracia, que manifiesta “todos tenemos obligaciones con las instituciones, en el sentido de que tenemos que tratar de cambiar las leyes. Pero esto no puede hacernos olvidar que hay otra ética, u otro medio de acción, que es el que realizan los Comités de Ética Asistencial (CEA) todos los días en las instituciones sanitarias. Se trata de resolver problemas concretos. Haciéndolo así un CEA puede ayudar a mejorar la calidad asistencial. Por lo tanto, lo más importante tal vez no sea hacer política, sino crear opinión pública. Los políticos lo que hacen es convertir en ley lo que es opinión pública. Hay que ir haciendo opinión pública porque la política es un epifenómeno de la sociedad. Si las leyes son malas, es porque la sociedad gestiona mal los valores en que se fundan esas leyes. Por eso, antes que pensar en la gestión política hay que pensar en la sociedad, en los valores que debe realizar y promover una sociedad.”

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